Descripción
Había una vez un pequeño chupete que vivía en una tienda de juguetes. Era de un suave color rosa, con una forma redondeada y una pequeña asa para sujetarlo fácilmente. El chupete siempre estaba rodeado de otros juguetes, pero él se sentía especial y único.
Cada día, los niños venían a la tienda y miraban con curiosidad al chupete. Algunos lo encontraban adorable y lo elegían como su compañero de juegos. Otros pasaban de largo sin prestarle mucha atención. Pero el chupete no se desanimaba, sabía que su dueño perfecto llegaría en el momento adecuado.
Un día soleado, una niña llamada María entró en la tienda. Sus ojos brillaban de emoción mientras recorría los pasillos llenos de juguetes. De repente, sus ojos se encontraron con el chupete rosa. Inmediatamente, sus manos se dirigieron hacia él y lo agarraron con ternura.
María sabía que había encontrado al compañero perfecto. El chupete se convirtió en su amigo inseparable, y juntos vivieron muchas aventuras.
El chupete calmaba su sed de consuelo y le brindaba una sensación de seguridad en momentos difíciles.
Pero el chupete no solo era importante para María, también tenía una misión especial. Cuando María estaba triste o asustada, el chupete se convertía en su confidente. Le daba ánimos y le recordaba que siempre habría alguien cerca para cuidarla.
A medida que María crecía, el chupete comenzó a desvanecerse lentamente. Sus colores se desgastaron y la goma se volvió más frágil. El chupete sabía que su tiempo juntos estaba llegando a su fin, pero estaba agradecido por todos los momentos compartidos.
Finalmente, llegó el día en que María decidió dejar de usar el chupete. Lo colocó en una caja especial y lo guardó en un lugar seguro. Aunque ya no lo necesitaba, siempre recordaría la valiosa lección de amor y consuelo que el chupete le había enseñado.
El chupete se quedó allí, en la caja, sintiéndose orgulloso de su misión cumplida. Sabía que había hecho feliz a María y que había sido un verdadero amigo. Aunque ya no era un juguete activo, su amor y cuidado siempre vivirían en el corazón de María.
Y así, el chupete descansó en la caja, recordando con cariño los momentos compartidos y esperando el día en que sería descubierto nuevamente, tal vez por otro niño que necesitara un poco de consuelo y amor en su vida.
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- 6 – 18 meses
- Anatómico y sin BPA
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